El desierto se asocia a lugares deshabitados, donde escasea un elemento vital, el agua y el alimento no es seguro Sin este elemento no es posible sobrevivir largo tiempo.
Asocio el desierto a nuestros momentos en la vida cuando pasamos por situaciones donde, de acuerdo a nuestra percepción, parece que la provisión de Dios escasea o simplemente nos sentimos abandonados a nuestra suerte. Sin embargo, el desierto es un momento que tenemos que pasar para alcanzar una meta de importancia y de cumplimiento de promesas.
Si lo miramos desde otro punto de vista el estar en el desierto tiene sus ventajas que nos permiten crecer como hijos de Dios.
El desierto es un momento de soledad. Alrededor no existen las distracciones de la multitud. El paisaje es agreste, monótono y poco amigable. Es en estos momentos donde podemos reflexionar tranquilamente sin las distracciones que ocupan nuestra mente
Estar en medio del desierto es la transición a una meta, llegar al destino. Mientras tanto hay que sobrevivir a la rudeza del paisaje y de las condiciones extremas que se viven.
Cuando pasamos junto a otros el desierto, como le sucedió al pueblo de Israel, permite cultivar la unidad, porque dependemos de los unos de los otros para sobrevivir. Las personas nos parecen más valiosas y cada uno puede desarrollar sus habilidades en beneficio del grupo
En el desierto se está libre de influencias de otras culturas, se crea una propia. Es en este estado donde se curte el carácter en las duras condiciones existentes.
Por sobre todas las cosas es un tiempo de conocer al creador, su provisión y su propósito para con cada uno de nosotros. Apreciemos la soledad, la escases y el aparente abandono.