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jueves, 16 de junio de 2011

Porqué debería el creyente estudiar la palabra de Dios

A primera vista parecería totalmente innecesario considerar las razones por las que hay que estudiar la Palabra de Dios. Podríamos suponer que, después de la conversión, lo más natural para un nuevo creyente sería empezar un estudio de por vida del libro que le llevó originalmente a Cristo. Pero tanto la observación personal como la historia de la Iglesia demuestran todo lo contrario. La verdad es que la mayoría de los cristianos conocen poco acerca de la Biblia. Se exponen a continuación algunas buenas razones para estudiar las Escrituras.

I.- A causa de su autor.

Frecuentemente pensamos acerca de Dios como Creador, Redentor, Pastor, Juez, etc. Es, por supuesto, una forma correcta de pensar porque él verdaderamente actúa en todas esas funciones. Pero hay un gran logro de Dios que generalmente queda fuera de la lista de atributos divinos compilados 'por los hombres. Este maravilloso pero olvidado papel es el de escritor. Dios ha escrito un libro, y ese profundo e inapreciable libro es la Biblia. Como lo atestiguan los escritores humanos, lo más agradable que le podemos decir a un autor es: «Oh, sí, he leído su libro.»

Es un hecho auténtico, aunque trágico, que muchos cristianos que un día comparece­rán junto con todos los demás creyentes ante el tribunal de Cristo, se verán tristemente forzados a admitir que, aunque fueron salvos escuchando el mensaje de la salvación por medio del Libro de Dios, no dedicaron tiempo para leerlo. Por esto, si no por otra razón, la Biblia debiera ser cuidadosamente leída a fin de que el creyente pueda proclamar ante Cristo en aquel día: «Amado Señor, hubo muchas cosas que no hice en la tierra que debie­ra haber hecho, como otras que hice y que no debiera haberlas hecho, pero sí hice una cosa: leí tu libro.»

II.- Debido al mandamiento frecuentemente repetido de leerla.

«Nunca se apartará de tu boca este libro de la ley, sino que de día y de noche meditarás en él, para que guardes y hagas conforme a todo lo que en él está escrito; porque entonces harás prosperar tu camino, y todo te saldrá bien» (Jos. 1 :8).

«Procura con diligencia presentarte a Dios aprobado, como obrero que no tiene de qué avergonzarse, que usa bien la palabra de verdad» (2 Ti. 2:15).

«El respondió y dijo: Escrito está: No sólo de pan vivirá el hombre, sino de toda pala­bra que sale de la boca de Dios.» (Mt. 4:4).

Debemos hacer notar especialmente este versículo. Jesús dijo toda palabra.

III.- Debido a que la Biblia es el camino escogido de Dios a fin de llevar a cabo su divina vo­luntad.

A. Los pecadores son salvados por medio del mensaje de la Biblia.

«Porque todo aquel que invocare el nombre del Señor, será salvo. ¿Cómo, pues, invocarán a aquel en el cual no han creído? ¿Y cómo creerán en aquel de quien no han oído? ¿Y cómo oirán sin haber quién les predique? ¿Y cómo predica­rán si no fueren enviados? Como está escrito: ¡Cuán hermosos son los pies de los que anuncian la paz, de los que anuncian las buenas nuevas! Más no todos obedecieron al evangelio; pues Isaías dice: Señor, ¿quién ha creído a nuestro anuncio? Así que la fe es por el oír, y el oír por la palabra de Dios» (Ro. 10: 13-17).

«Entonces Pedro, poniéndose en pie con los once, alzó la voz y les habló diciendo: Varones judíos, y todos los que habitáis en Jerusalén, esto os sea notorio, y oíd mis palabras» (Hch. 2:14).

«Al oír esto, se compungieron de corazón, y dijeron a Pedro y a los otros apóstoles: Varones hermanos, ¿qué haremos?» (Hch. 2:37).

«Pero los que fueron esparcidos iban por todas partes anunciando el evangelio. En­tonces Felipe, descendiendo a la ciudad de Samaria, les predicaba a Cristo. Y la gente, unánime, escuchaba atentamente las cosas que decía Felipe, oyendo y viendo las seña­les que hacía. Porque de muchos que tenían espíritus inmundos, salían éstos dando gran­des voces; y muchos paralíticos y cojos eran sanados; así que había gran gozo en aquella ciudad» (Hch. 8:4-8).

«Siendo renacidos, no de simiente corruptible, sino de incorruptible, por la palabra de Dios que vive y permanece para siempre» (1 P. 1:23):

«El, de su voluntad, nos hizo nacer por la palabra de verdad, para que seamos pri­micias de sus criaturas» (Stg. 1: 18).

B. Los santos son santificados por medio del mensaje de la Biblia.

«Santifícalos en tu verdad; tu palabra es verdad» (Jn. 17:17).

«Desead, como niños recién nacidos, la leche espiritual no adulterada, para que por ella crezcáis para salvación» (1 P.2:2). .

«Pues la voluntad de Dios es vuestra santificación; que os apartéis de fornicación” (1 Ts. 4:3).

«¿Con qué limpiará el joven su camino? Con guardar tu palabra. Con todo mi cora­zón te he buscado; no me dejes desviarme de tus mandamientos. En mi corazón he guar­dado tus dichos, para no pecar contra ti» (Sal. 119:9-11).

«Toda palabra de Dios es limpia; él es escudo a los que en él esperan. No añadas a sus palabras, para que no te reprenda, y seas hallado mentiroso» (Pr. 30:5, 6).

«Si permanecéis en mí, y mis palabras permanecen en vosotros, pedid todo lo que queréis, y os será hecho » (Jn. 15:7)

«y ahora, hermanos, os encomiendo a Dios, y a la palabra de su gracia, que tiene poder para sobreedificaros y daros herencia con todos los santificados» (Hch. 20:32).

IV.- Debido a que nuestro enemigo el diablo la ha leído.

En Mateo 4 tenemos el relato de cómo el diablo tentó a Cristo tres veces. En cada ocasión el Salvador respondió a Satanás con la expresión: «Escrito está», y prosiguió citando la Palabra de Dios tal como se encuentra en el libro de Deuteronomio. Pero lo que casi siempre se pasa por alto es el hecho de que la frase «escrito está» se repite cuatro veces en Mateo 4, y que la cuarta vez es el diablo quien la usa para citar la Escritura a Cristo. Notemos cómo se desarrolla la conversación en este punto.

«Entonces el diablo le llevó a la santa ciudad, y le puso sobre el pináculo del templo, y le dijo: Si eres Hijo de Dios, échate abajo; porque escrito está: A sus ángeles mandará acerca de ti, y, en sus manos te sostendrán, para que no tropieces con tu pie en piedra» (Mt. 4:5, 6).

Satanás cita aquí el Salmo 91:11,12. Está completamente sacado, sin duda alguna, de su contexto; pero, en primer lugar, ¿cómo supo Satanás acerca de esta palabra? La res­puesta es dolorosamente obvia. Un día, cuando el diablo no tenía otra cosa mejor que ha­cer, se puso a estudiar el Salmo 91. Muchos cristianos probablemente jamás han leído este salmo, ¡pero aparentemente el diablo lo había memorizado! En consecuencia, tenemos que leer la Palabra de Dios a fin de que el diablo no tome ventaja sobre nosotros.

V.- A causa del ejemplo de Pablo.

Pablo fue probablemente el cristiano más grande que jamás haya vivido. Sus logros espi­rituales son asombrosos. Este es el hombre que realizó los tres primeros viajes misioneros del cristianismo, que fundó y pastoreó las primeras cincuenta o más iglesias bíblicas, que escribió más de la mitad del Nuevo Testamento, y que vio al Cristo resucitado en cinco ocasiones; y que al menos en una oportunidad fue realmente elevado al tercer cielo. Pero que también fue arrestado, encerrado en la cárcel y condenado a muerte. Notemos cuida­dosamente sus últimas palabras dirigidas a Timoteo poco antes de su ejecución.

«Porque yo ya estoy para ser sacrificado, y el tiempo de mi partida está cercano. He peleado la buena batalla, he acabado la carrera, he guardado la fe. Por lo demás, me está guardada la corona de justicia, la cual me dará el Señor, juez justo, en aquel día; y no sólo a mí, sino también a todos los que aman su venida. Trae, cuando vengas, el capote que dejé en Troas en casa de Carpo, y los libros, mayormente los pergaminos» (2 Ti. 4:6-8, 13).

¿Qué pergaminos eran estos? Eran sus ejemplares personales de rollos del Antiguo Tes­tamento. Lo que debemos notar aquí es que a pesar de todas sus extraordinarias proezas, el anciano apóstol todavía creía que podía sacar provecho del estudio de la Palabra en las vísperas de su muerte.

VI.- VI. Porque sólo la Biblia provee de respuestas para las preguntas más importantes del hom­bre. Dichas preguntas, que cada generación considera, son:

A. ¿De dónde vengo?

«Entonces dijo Dios: Hagamos al hombre a· nuestra imagen, conforme a nuestra semejan­za; y señoree en los peces del mar, en las aves de los cielos, en las bestias, en toda la tierra, y en todo animal que se arrastra sobre la tierra. Y creó Dios al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó; varón y hembra los creó» (Gn. 1:26,27).

«Reconoced que Jehová es Dios; él nos hizo, y no nosotros a nosotros mismos; pueblo suyo somos, y ovejas de su prado» (Sal. 100:3).

B. ¿Por qué estoy aquí?

«El fin de todo el discurso oído es este: Teme a Dios, y guarda sus mandamientos; por­que esto es el todo del hombre» (Ec. 12: 13).

«Señor, digno eres de recibir la gloria y la honra y el poder; porque tú creaste todas las cosas, y por tu voluntad existen y fueron creadas» (Ap. 4: 11).

C. ¿Adónde voy?

«Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna. Porque no envió Dios a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo sea salvo por él. El que en él cree, no es condenado; pero el que no cree, ya ha sido condenado, porque no ha creído en el nombre del unigénito Hijo de Dios» (Jn. 3: 16-18).

«Jehová es mi pastor; nada me faltará. Ciertamente el bien y la misericordia me se­guirán todos los días de mi vida, y en la casa de Jehová moraré por largos días» (Sal. 23:1,6).

«y el que no se halló inscrito en el libro de la vida fue lanzado aliaga de fuego» (Ap. 20: 15).

VII.- Porque nunca tendremos oportunidad de aplicar muchos de estos versículo s después que hayamos dejado la tierra.

A. No habrá oportunidad de usar 1 Corintios 10:13 cuando estemos en el cielo.

«No os ha sobrevenido ninguna tentación que no sea humana; pero fiel es Dios, que no os dejará ser tentados más de lo que podéis resistir, sino que dará también juntamente con la tentación la salida, para que podáis soportar» (1 Co. 10: 13).

Razón: en el cielo no habrá tentación.

B. No tendremos ocasión en el cielo de aplicar 1 Juan 1 :9.

«Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiamos de toda maldad.»

Razón: en el cielo no hay pecado.

C. No dispondremos de la oportunidad de aplicar allá Filipenses 4: 19.

«Mi Dios, pues, suplirá todo lo que os falta conforme a sus riquezas en gloria en Cristo Jesús.))

Razón: en el cielo no padeceremos necesidades.

D. No habrá allá oportunidad de aplicar Juan 14: 1-3.

«No se turbe vuestro corazón; creéis en Dios, creed también en mí. En la casa de mi Padre muchas moradas hay; si así no fuera, yo os lo hubiera dicho; voy, pues, a prepa­rar lugar para vosotros. Y si me fuere y os preparare lugar, vendré otra vez, y os tomaré a mí mismo, para que donde yo estoy, vosotros también estéis.))

Razón: en el cielo no habrá tristeza.

E. No tendremos ocasión ya de aplicar el Salmo 23:4.

«Aunque ande en valle de sombra de muerte, no temeré mal alguno, porque tú estarás conmigo; tu vara y tu cayado me infundirán aliento.))

Razón: en el cielo no existe la muerte.

VIII.- Porque en última instancia la prueba de nuestra fe es la Biblia.

Para ayudarle a entender esta última razón para estudiar la Palabra de Dios, permítame proponer la siguiente situación imaginaria. Frecuentemente sucede que los no creyentes lanzan esta acusación a los creyentes: «Ustedes los cristianos son todos iguales. Son muy dogmáticos. Creen que sólo ustedes poseen la verdad y que todos los demás están equivo­cados. ¿Cómo pueden estar tan seguros de que lo que creen es la verdad? » Esta pregunta, aunque a veces formulada en forma hiriente, es, sin embargo, correcta. ¿Cómo sabe el hijo de Dios que su fe es la verdadera?

Supongamos que usted es invitado a una importante función social en su lugar de resi­dencia. Allí se va a encontrar con personas de todas partes del mundo. Durante las presen­taciones se da cuenta de que el único cristiano que hay allí es usted. Uno tras otro le van presentando a un budista, un confucionista, un sintoísta, un musulmán y a otras personas que pertenecen a otras religiones no cristianas. Después de una agradable cena, la conver­sación gira gradualmente hacia el tema religioso. La anfitriona, dándose cuenta de que el tema es de interés general, anuncia repentinamente:

«Tengo una idea que me parece es estupenda. Dado que todos parecen muy interesados en la religión, permítanme proponerles que compartamos unos con otros de la siguiente manera: a cada persona se le permitirá hablar ininterrumpidamente durante diez minutos sobre el tema "Por qué creo que mi fe es la verdadera".»

El grupo se pone rápidamente de acuerdo con esta idea singular y provocativa. Enton­ces, sin aviso, la anfitriona se dirige a usted y le dice: «Usted es el primero. » Todas las conversaciones cesan, todos los, ojos se posan fijos en usted, todos los oídos están listos a escuchar sus palabras. ¿Qué va a decirles? ¿Cómo va a empezar? Consideremos rápida­mente algunos argumentos que no podría usar.

1. No podrá decir: «Yo sé que estoy en la verdad porque lo siento en mí. Porque Cristo vive en mi corazón.»

Esta es, por supuesto, una maravillosa verdad compartida por todos los creyentes, pero no convencerá al budista, quien sin duda sentirá que lo suyo es la verdad.

2. No podrá decir: «Sé que estoy en la verdad porque el cristianismo tiene más seguido­res en el mundo que ninguna otra religión.»

Esto simplemente no es verdad. En la actualidad la triste realidad es que los creyen­tes bíblicos evangélicos son minoría en el mundo. El musulmán se lo señalaría rápida­mente sin duda alguna.

3. No podrá decir: «Sé que estoy en la verdad porque el cristianismo es la más antigua de todas las religiones.»

En última instancia esto es cierto; pero el confucionista podría razonar diciendo que Confucio impartió sus enseñanzas religiosas siglos antes de la escena de Belén. Él no va a entender, por supuesto, la existencia eterna del Señor Jesucristo. Estos son, pues argumentos que usted no podrá esgrimir. ¿Qué podría decir? En realidad usted tendría a su disposición un solo argumento. Pero ese razonamiento, esa arma, usada en la ma­nera correcta, será más que suficiente para convencer totalmente a cualquier oyente hon­rado y sincero presente en la reunión. Esa arma maravillosa, ese argumento irrebatible, es su ejemplar personal de la Biblia. ¿Qué podría decir? Podría mostrar su Biblia y con toda confianza decir:

«Miren esto. Yo sé que estoy en el camino correcto porque el Autor de mi fe me ha dado un libro que es absolutamente diferente de todos los libros de sus religiones.»

Podría después seguir (hasta que se le agotara su tiempo) señalando la unidad, la indestructibilidad y la: influencia universal de la Biblia. Podría hablar acerca de su exac­titud profética, científica e histórica. Finalmente, podría presentar ejemplos conmove­dores de quizá la prueba más grande del poder sobrenatural de la Biblia, esto es, su maravilloso poder de transformar vidas.

Por supuesto, debe decirse también que ni la Palabra de Dios ni el Dios de la Pala­bra pueden ser científicamente analizados en los tubos de ensayo de un laboratorio. El divino Creador todavía desea y demanda fe de sus criaturas (véase He. 11: 1-6). Pero Él nos ha proporcionado un libro de texto celestial para ayudarnos en esta necesaria fe. En realidad el Evangelio de Juan fue específicamente escrito... «para que creáis que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios, y para que creyendo, tengáis vida en su nombre» (Jn.20:31).

Fuente: Manual Biblico Portavoz

martes, 24 de mayo de 2011

EL COMPROMISO DEL DISCÍPULO


Introducción

Cuando Dios llamó a ser sus discípulos, adquirimos un compromiso de ser como el Maestro y de acuerdo a sus enseñanzas, su palabra. Este compromiso se amplía hacia nuestros hermanos quienes componen el Pueblo de Dios. Finalmente si cumplimos el compromiso con la palabra del Maestro y somos responsables de nuestros hermanos, Dios es glorificado en medio de sus discípulos y el mundo.

EL COMPROMISO DEL DISCÍPULO:

Con la Palabra de Dios

Con el Pueblo de Dios

Con la Gloria de Dios

Comprometerse es adquirir una responsabilidad con Cristo mismo, con lo que Él es, con lo que Él nos enseña y nos pide que realicemos. El discípulo es enseñado para ser como el Maestro, quien se ha comprometido con nosotros en cuidarnos y preservarnos hasta el fin. No nos pide algo que Él mismo no haya hecho. El nos ha dado ejemplo perfecto para hacer.

I.- COMPROMISO CON LA PALABRA DE DIOS:

“Dijo entonces Jesús a los judíos que habían creído en él: Si vosotros permaneciereis en mi palabra, seréis verdaderamente mis discípulos; y conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres.” Juan 8:31-32

El compromiso que adquiere el discípulo con la Palabra de Dios tiene tres aspecto muy ligados entre sí. Estos son:

A.- OÍR LA PALABRA:

El oír la Palabra exige concentración por parte del discípulo. Esta debe ser con una fe genuina en el Maestro.

El Discípulo debe escuchar con fe la palabra Gál 3:2

El oír la palabra de Dios Nos llena de fe Romanos 10:17

Tiene un compromiso con el oír la palabra de Dios para alimentarse y crecer Mat 4:4

B.- GUARDAR LA PALABRA:

La segunda etapa del compromiso con la Palabra es guardarla. Esto quiere decir que debemos reflexionar, meditar y memorizar las enseñanzas de Cristo para que podamos “permanecer” en las palabras de Jesús.

Jesús nos dice que si permanecemos en sus palabras somos sus discípulos Juan 8:31-32

Cuando permanecemos en sus palabras vencemos al maligno 1º Juan 2:14La Carne: Rom 8:3

Guardar la palabra es permanecer en Cristo Juan 15:4

C.- APLICAR LA PALABRA:

La enseñanza que se guarda es incompleta si no se aplica. Se puede ser erudito en la palabra, sin embargo esta no producirá el efecto que Dios quiere del Discípulo. La triada oír, guardar y aplicar es el completo compromiso del verdadero Discipulo.

La palabra de Dios debe producir buenos frutos Mat 13:22; Mar 4:19

Debemos ser sabios y no necios al aplicar la palabra de Dios Mat 7:24; Mat 7:26; Luc 6:47

II.- COMPROMISO CON EL PUEBLO DE DIOS

Un mandamiento nuevo os doy: Que os améis unos a otros; como yo os he amado, que también os améis unos a otros. En esto conocerán todos que sois mis discípulos, si tuviereis amor los unos con los otros. Juan. 13: 34-35

El Discípulo tiene un compromiso con el cuerpo de Cristo en: Unidad, Comunión y Amor, cosas indispensables para la convivencia cristiana, necesaria para la salud espiritual y de testimonio evidente sin palabras de la obra de Dios en el y los discípulos.

A.- Compromiso con Unidad del Pueblo de Dios

“Yo en ellos, y tú en mí, para que sean perfectos en unidad, para que el mundo conozca que tú me enviaste, y que los has amado a ellos como también a mí me has amado.” Juan 17:23

El compromiso de la unidad es obligación de cada Discípulo. Debe procurarla Efesios 4:3

Debemos como cuerpo llegar a la Unidad de la Fe Efe 4:13

B.- Compromiso con la comunión Cristiana

“Y perseveraban en la doctrina de los apóstoles, en la comunión unos con otros, en el partimiento del pan y en las oraciones.” Hch 2:42

La comunión con nuestros hermanos nace de una comunión con Cristo 1Co 1:9; 1Jn 1:3; 1Jn 1:6-7

Somos parte del cuerpo de Cristo y a través de la Santa Cena manifestamos esa comunión:

“La copa de bendición que bendecimos, ¿no es la comunión de la sangre de Cristo? El pan que partimos, ¿no es la comunión del cuerpo de Cristo?” 1Co 10:16

Debemos reunirnos con el fin de Considerarnos y Estimularnos en amor y en buenas obras Hebreos 10:24

Congregarnos para exhortarnos sobre todo que estamos en los últimos días Hebreos 10:25

C.- Compromiso con el Amor Cristiano

“En esto conocerán todos que sois mis discípulos, si tuviereis amor los unos con los otros.” Juan 13:35

El amor de Dios es la suprema motivación del Discípulo 1º Corintios 1-13

Debemos permanecer en el amor de Cristo Juan 15:10

El amor de Dios nos hace fuerte Romanos 8:35

El gran Mandamiento de Cristo para el Discípulo. Este está compuesto de dos partes:

1. “Y amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente y con todas tus fuerzas. Este es el principal mandamiento.”

2. “Y el segundo es semejante: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. No hay otro mandamiento mayor que éstos.” Mar 12:30-31

El amor hacia nuestros hermanos debe ser permanente y autentico: Rom 12:9-10; Rom 13:10; Rom 14:1; 1Co 16:14; Efe 4:2

Por cosas pequeñas y mezquinas menospreciamos al hermano, despreciando el amor de Cristo.

Pero si por causa de la comida tu hermano es contristado, ya no andas conforme al amor. No hagas que por la comida tuya se pierda aquel por quien Cristo murió.” Rom 14:15

III.- COMPROMISO CON LA GLORIA DE DIOS:

En esto es glorificado mi Padre, en que llevéis mucho fruto, y seáis así mis discípulos. Juan 15:8

Al fin de cuentas todo lo que hace Dios le glorifica. Dios es santo y quiere que también lo seamos. La santidad se expresa a través del “Fruto del Espíritu” y de todas las demás virtudes que brotan de un discípulo verdadero.

A.- COMPROMISO EN TENER EL FRUTO DEL ESPÍRITU SANTO:

Mas el fruto del Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza; contra tales cosas no hay ley.” Gál 5:22 -23

Cuando se habla del Fruto del Espíritu (singular), este se manifiesta a través de nueve cualidades que demuestran el carácter de Cristo.

Este es el principal fruto que Dios quiere del discípulo, para la gloria de Dios.

(porque el fruto del Espíritu es en toda bondad, justicia y verdad) Efe 5:9

B.- COMPROMISO EN TENER FRUTO DE ALMAS REDIMIDAS: La meta del discípulo es reproducirse en los convertidos:

El Discípulo siembra la palabra en los inconversos esperando que Dios de el fruto Lucas 8:4-15 (Parábola del sembrador)

Dios quiere que prediquemos a todo el mundo sin distinción para obtener frutos para el Reino de Dios. Romanos 1:13-17

C.- COMPROMISO CON FRUTO DE ALABANZAS:

La alabanza y la adoración a Dios debe manifestarse en forma sincera. Esto agrada a Dios, quien conoce los corazones de cada cual. La gloria de Dios es reconocida y expresad por el discípulo de Cristo.

Así que, ofrezcamos siempre a Dios, por medio de él, sacrificio de alabanza, es decir, fruto de labios que confiesan su nombre.” Heb 13:15

“llenos de frutos de justicia que son por medio de Jesucristo, para gloria y alabanza de Dios.” Flp 1:11

CONCLUSIÓN:

El ser discípulo es un privilegio dado por Dios mismo. Sin embargo adquirimos un compromiso que debemos cumplir y podemos cumplir con la provisión que Dios ha dejado por Jesucristo y por medio de su Santo Espíritu.

Somos enseñados por Dios por intermedio de su Palabra, la cual debemos escucha con fe, para recibir fe de parte de Dios. La fe crece en la medida que guardamos, meditamos, reflexionamos y memorizamos su Palabra y por supuesto, la aplicamos en cada situación de la vida.

Somos bendecidos cuando el Pueblo de Dios, procura la unidad, la comunión y el amor de Dios. Se produce un efecto no solamente hacia el interior de la Iglesia, sino, los que nos han creído ven manifestado ese amor como testimonio que Cristo esta en y en medios de nosotros.

La Gloria de Dios es manifestada en nosotros y en medio de su pueblo cuando mostramos frutos de la obra de Padre. Esto significa que existe una evidencia visible de que la obra de Dios en el discípulo.

Bendiciones Discípulos de Cristo.

sábado, 30 de abril de 2011

EL SIGNIFICADO DE SER DISCÍPULO


En el estudio anterior pudimos analizar lo que es un discípulo de Cristo. Es ser enseñado, un testigo y servir a Dios y nuestros semejantes. Ahora veremos lo que significa vivir el discipulado en nuestras vidas. En este estudio veremos tres puntos importantes de la vida de un discípulo de Cristo.

SER DISCÍPULO ES:



• Una forma de vida
• Un proceso
• Una Meta

Cada uno de estos conceptos se encuentra en cada discípulo en forma simultánea, pero con énfasis en uno de ellos de acuerdo a la madurez de la vida cristiana de cada cual. Cada discípulo vive para Cristo, aprende y aplica lo que se le enseña y tiene metas que cumplir en Cristo. A continuación se analizará cada uno de estos conceptos y se analizará de acuerdo a la palabra de Dios.

I.- EL SER DISCÍPULO ES UNA FORMA DE VIDA:

A.- APRENDIZAJE DISCIPLINA Y APLICACIÓN: Cosas inseparables en la vida del Discípulo.
El aprendizaje exige disciplina. Dios bendice nuestra constancia y nos perfecciona para poder obrar (aplicar) con gracia y poder. Se consigue con lo siguiente:

• Alimentarnos continuamente de la palabra 1º Pedro 2:2; Hebreos 5:12
• Disciplina Espiritual: 1º Timoteo 4:7
• Experimentando la vida en Cristo Heb 13:21

B.- CONSECUENCIA: Vida Victoriosa sobre la opresión de:

• Satanás: Efe 6:12
• El Mundo: Gál 1:4
• La Carne: Rom 8:3

Necesitamos vivir en constante victoria contra la presión constante de los enemigos que asedian al cristiano. El Discípulo sabe que la única forma de tener esa victoria es aprender del Maestro y utilizar las herramientas espirituales que Dios le ha dado.



II.- SER DISCÍPULO ES UN PROCESO

El ser discípulo es un proceso hacia el crecimiento Espiritual. Todo organismo vivo está sujeto a la ley del crecimiento y desarrollo. Las cosas inanimadas permanecen inertes. Dios nos ha hecho seres con la potencialidad de crecimiento y desarrollo espiritual. Nuestras vidas están insertas en este proceso de crecimiento y desarrollo en Dios a través de su Espíritu.

A.- Crecimiento
• Salvación: El fundamento de nuestro crecimiento 1º Cor.3:11
• Estudio de la palabra es esencial para el crecimiento: 2º Tim. 3:15
• Descanso en le fe en Cristo: Salmos 7:26
• Espiritualidad: La alabanza y la adoración a Dios nos permiten disfrutar de su presencia. Hebreos 13:15
• Sufrimiento: Necesario para el crecimiento. Es ineludible. . Salmos 27:13,14
• Ocupados en Cristo: Nuestra mente debe estar ocupado en buscar el rostro del Señor. Salmos 27:8
• Esperar: Las promesas de Dios simpre. Salmos 27:14

III.- SER DISCÍPULO ES UNA META:

La meta del discípulo.

A.- SER COMO JESÚS: La meta del discípulo:

Lucas 6:40 El discípulo no es superior a su maestro;(G) mas todo el que fuere perfeccionado, será como su maestro.

• El discípulo no es mayor que su maestro, pero puede ser perfeccionado para ser como Él: Lucas 6:40
• La Estatura y Carácter del Maestro es la meta suprema del Discípulo. Efesios 4:13

B.- LA MULTIPLICACIÓN: La meta del discípulo es reproducirse en los convertidos:

• Lo que hemos visto y oído debemos transmitírselos a otros. 2Ti 2:2
• Debemos dar de gracia lo que de gracias hemos recibido. Mateo 10:8
• Debemos dar no solamente conocimiento intelectual, sino, dar los que Dios nos ha dado en forma íntegra, incluyendo el carácter.

CONCLUSIÓN:
El tema del discipulado no está agotado, existiendo muchas enseñanzas sacadas de la Biblia que nos hablan de las virtudes que debe poseer el discípulo de Cristo. En este estudio se analizó en forma breve como es el “ser” y “deber ser” de un discípulo. Somos discípulos de Cristo y eso implica que toda nuestra vida estaremos a los pies del Maestro recibiendo, creciendo y dando lo que Él nos dado a otros. Ese es nuestro deber y privilegio proveniente de Dios mismo. Bendiciones.